Ya no me siento

Ya casi nunca me siento en el metro.

Porque aunque esté vacío, luego se llena, y siempre hay un viejo que me mira desde lo alto. Y yo, al ser joven, todos me miran también. Y luego hay otro, menos joven, que se para y cede su asiento, y se queda de pie como héroe ovacionado ante el silencio.

Por eso, yo mejor ya no me siento.