Limpiafondos

Me he convertido en el pez que limpia las peceras.

Me acabo los residuos de las cervezas que dejan los invitados. Me como el último bocado de la cena que queda en el plato de mi pareja. Barro y vuelvo a barrer el piso que ya estaba limpio. Es más: este último sorbo de Etiqueta Roja, yo, en realidad, ya no lo quería. Me hubiera gustado tomarme un mejor whiskey. O ya no tomarme nada. Pero no soporto guardar una botella entera que almacena una dosis tan ridícula de este líquido venenoso. Estoy convencido de que al pez que limpia las peceras tampoco le apasionan los restos de comida que quedan pegados en el cristal, pero tiene que hacer su trabajo. Y es más que un trabajo: es su razón de ser.

Cuando le conté esta sensación a Berta, me dijo: yo tenía ese pez asqueroso; era el único que sobrevivía.

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